martes, 13 de marzo de 2012

Vestigios de domingo


“…yo sé que la verdad es incontable.”
Juan Martini

Probablemente se trate de amar, dijo mientras se alejaba del sillón.

No hay pregunta tan extrema como aquella que sólo responde el silencio. Su cuerpo, esa noche, no era capaz de escapar a los estigmas del domingo. Y, como todo estigma, no puede conducir más que a la repetición.

En los sueños, en paisajes de otoño, en las palabras que viajan por enredados papeles, sus manos producen palabras que suenan como notas de Haydn, se construye el texto como giro al universo de las certezas, juega en el imaginario de una sociedad lejana y las letras marcan los pasos del domingo.

Intenta escribir una historia, narrar los viajes de algún hombre poco noble, sin embargo se acerca al teclado y escribe lo que aparece como boceto, o promesa: Hay imágenes que descubren el silencio del tiempo y sonidos que se extienden en viajes hacia la eternidad, mientras mis manos acarician tus temores, como silenciosos susurros sobre los pliegues de la almohada. Si supieras las razones por las cuales escribo esta carta, probablemente perdería su sentido. Siempre sostuve que los proyectos que se emprenden en noche de tormenta están destinados a ser magníficos, creo que por eso escribo esta carta en la oscuridad, frente a la ventana abierta, mientras algunas gotas salpican mi nariz. Extraño Argentina, quiero volver a pasear por mis calles ruidosas, ver a los grupos de chicos jugando en las plazas y armando arcos con palos de siempre verde. Necesito volver a abrazar desconocidos, sólo por delicadeza, y escuchar gritos innecesarios de los conductores y bicicletas tratando de esquivar los choques. Quiero bailar como sólo se hace en Latinoamérica y tener que pelear por más espacios culturales. Necesito el regreso, como en todo viaje que emprendo. No se trata del amor, sino de la búsqueda. No se trata de volver, sino de los interrogantes del regreso. Dice Martini en una de mis novelas favoritas: “¿Qué escena repites, Juan Minelli, qué escena buscas?, hay algo estéril en el silencio de todo deseo…¿Puede un gesto, una voz, sellar una vida?”. Nuestro amor, es el amor de los exiliados, no por cuestiones geográficas, sino por asuntos de nostalgia.

Disfruta del café espeso; él fuma despacio, concentrado en la marca de su mejilla, mientras formula extrañas ideas sobre los pequeños gestos que ella produce sin conciencia. Se miran y reconocen que hay intrigas que, como algunos secretos, deben permanecer en la esfera del silencio.

Mientras que el mundo se enmarca en rígidas imágenes, ellos gozan de la posibilidad de destruir las frágiles certezas que ese mundo sostiene. Sin grandes elucubraciones, sin extensas lecturas, sin profundos saberes sobre tratados canónicos, los amantes, como extraños en el paraíso, bailan en una realidad sin tiempo. Existen asuntos que sólo comprenden los amantes; los que consiguen en esa íntima unión, fundir las experiencias extremas y acceder al enigmático universo de la muerte. Probablemente sólo se trate de amar.

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